domingo, 26 de marzo de 2017

Contracorriente


¿Y si asoma el verano y todavía no me apetece?
¿Y si la amenaza de días infinitos y noches mínimas, sí esas jornadas en las que la luz a fuerza de insistir se hace pesada, son ya una visita imparable que no quiero recibir?
¿Y si aún no me he hartado de calzarme mis acolchadas y calentitas botas ojo de perdiz y arrebujarme dentro del abrigo rojo llama que resplandece en el mustio invierno norteño?
¿Y si todavía no consigo reprogramarme a la manera “helado estival” porque sigo muy cómoda en el modo "chocolate con churros"?
¿Y si unos rayos de sol fuera de lugar me expulsan imperiosamente de mi cómodo cubil arrojándome a la calles y plazas que ya empiezan a estar abarratodas de lagartijas humanas que aclimatan su sangre fría esperando que todo llegue antes de tiempo?
¿Y si no he cogido el número suficiente de setas, ni me he hartado de castañas, ni he doblado bastantes varillas de paraguas, no he criado los habituales sabañones ni pillado el cupo de catarros?
¿Y si mi cuerpo animal, éste en el que vivo, todavía está hibernado y no está preparado para la revolución cíclica a la que se somete mansamente todos los años?
¿Y si no quiero que el invierno acabe ya?
Las he visto y me han dicho que es imparable.

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