jueves, 12 de enero de 2017

Principio

Permanezco expectante mientras todo a mi alrededor se retuerce y agita en un torbellino de luces y sonido, y me siento como entonces.

Por unos instantes recupero la sensación de largo recorrido. Ese hormigueo en las tripas que sobreviene ante la certeza de saber que todo está por delante, por estrenar, a mi alcance, que únicamente necesito una dirección para caminar. Soy la capitana de mi propia vida y el trayecto se presenta tentador, inmaculado, sin los contornos de lo definido.

Libertad sin trabas, sin compromisos, sin responsabilidades. Únicamente yo, eligiendo mis compañías, ignorando el quién y el cómo hacer esos círculos que te salvan la vida, sin anudar todavía esos lazos que cuando aparecen deseas que ya no se deshagan. Todos están por trazar y eso los hace fascinantes, irresistibles y la promesa de su llegada es un hechizo irresistible.

El descubrir la belleza y el poder de las cosas que llegan al corazón y a las tripas. El conmoverme hasta embriagarme con lo inútil que golpea mi sensibilidad y la ensancha. Sorprenderme vulnerable ante la belleza, comprobar que me conmuevo y paralizo cuando algo enreda y revuelve mis sentidos. Saber que existe una caja de los prodigios a mi entera disposición y que solo debo usarla afinando gustos, decantando preferencias, despertando al animal sensorial que llevo dentro, el que vive de los sentidos, mientras que dejo al racional dormido.

Descubrir que mi capacidad de sorpresa está recién estrenada, que el mundo está lleno de extrañezas, chaladuras y singularidades que le dan sabor y que la niña que se asombra siempre debe vivir conmigo.

Mientras tanto, el concierto va llegando a su fin a la par que yo viajo a mi principio.