domingo, 12 de febrero de 2017

Pintan bastos

Pintan bastos y el cielo es ceniza. Las gotas que comienzan a caer son frías como el aluminio. El viento que arremolina ramas y papeles se lleva la armonía y los escasos refugios que a fuerza de tiempo y cesiones Elisenda ha construido.

Pintan bastos y lo que mantenía un color verde manzana muda y se transforma en el gris que anuncia la caducidad. Ella intenta ponerse las gafas de color promesa pero se encuentra con un cristal roto.

Pintan bastos y las certezas se erosionan mostrando las líneas de la grieta que se traga todo. Se abre la boca del abismo de las dudas. Elisenda se pregunta si ha visto únicamente lo que quería y no lo que realmente había.

Pintan bastos y la sensación de error permanente se le apodera. Sí, un bucle constante que se retroalimenta con el primer descuido y a fuerza de repetirse adquiere apariencia de acierto. Una caracola que no presenta su verdadera cara hasta que adopta la perspectiva adecuada.

Pintan bastos y se pone caro mostrarse altruista cuando las tripas piden revancha. Elisenda camina entre la animalidad o el olvido para digerir el sabor agrio que le invade.

Pintan bastos y no hay refugio donde lo había. Los lugares balsamo que permanecían como constante faro se desmayan.


Pintan bastos y Elisenda se desahoga.


The laundress
Toulose Lautrec