sábado, 29 de diciembre de 2018

Cambios


Eloisa se prepara con rapidez, como acostumbra a hacer todos lo lunes y jueves por la tarde. Estos días lleva a su hija a la actividad extraescolar de turno. Dos minutos antes de salir de casa, todo se torna apresuramiento y urgencia para la adolescente que siempre deja para el último momento algo absolutamente imprescindible.

Una vez en el ascensor, Eloisa mira de reojo los últimos retoques de su hija delante del espejo. En el garaje sigue una carrerita apresurada antes de que la puerta se cierre dejándola con la cara pegada a la luna. Invariablemente, el acomodo en el coche se hace de forma rápida y eficaz, cada una sabe su papel. Conversación breve, quizá monólogos. Y prosigue el ritual. Ocho minutos de acicalamiento mecánico, bien ensayado, se celebra a través del espejo pequeño del interior del coche. El pelo es el protagonista en este ritual aunque también la muchacha ensaya miradas y alguna que otra sonrisa. Cuando ya van llegando al destino, la joven desvía su atención del espejo para centrarlo en el teléfono. Un chispazo, un visto y no visto, pero sí lo suficiente como para volverse a ver reflejada en la pantalla del aparato.

El coche se detiene al mismo momento que la hija de Eloisa cesa en su arreglo. Eloisa le dirige la mirada cotidiana de despedida mientras comprueba los cambios operados en el acicalamiento de su hija en el ascensor, en el coche y en el teléfono. Como todos los días, se esfuerza en descubrir alteraciones que no aparecen, pero su hija se aleja con una sonrisa que demuestra el acierto de haber empleado estos últimos quince minutos en recomponerse.

Eloisa pone en marcha su coche para iniciar la vuelta a casa mientras no deja de pensar en cómo le damos vuelta a las cosas para que todo siga igual.



Mujeres en la ventana (Murillo, 1670)
El Murillo más sugerente y moderno.


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