Como buena
reincidente, he caído en las redes del último Reverte que me he
topado en la librería. Puedo apostar algo serio a que he leído
todos sus relatos de viajes y siempre siento una envidia sana, si eso
existe, por este tipo. Del periodismo a la literatura sin red, o con
ella, no lo sé muy bien, pero lo que si está claro es que Javier
es uno de esos afortunados que ha hecho de su pasión su trabajo. Un
triunfador, seguro que con sus peajes y sus precios pagados, pero lo
ha conseguido: viajar, escribir y vivir de ello. !Olé y olé¡
El último
Reverte me lleva a Nueva York (otro destino en mi lista de
pendientes). Javier, que por edad, ganas o apetencias (o por todo
ello) en sus últimos destinos viaja acompañado o con más
tranquilidad, para el destino americano ha elegido una estancia de
tres meses en la capi del mundo libre para deambular, observar,
asombrarse, aprender, admirarse o lamentarse, según caso y ocasión.
!Olé y olé! Otra vez.
Y aquí
estoy yo, con otra aventura prestada de papel y temiéndome que mi
odisea particular no va a ir más allá de unos garbeos imaginarios
al saltar de un párrafo a otro. ¿Pudiera ser que me falte
compromiso con el asunto y suficiente ímpetu para hacer realidad los
deseos y me sobran varios kilos de practicidad y realismo aplastante?
Esta
situación frustrante está a punto de acabar. Como ya he dicho que
no estoy en la esfera, ni en la estela, ni en el camino, ni nada de
nada, del escritor viajero, yo voy a acompasar mis aspiraciones con
mis circunstancias poniéndome como objetivo no morir sin haberme
convertido en contadora de viajes de la rutina, ambición
a mi medida.
Bien, he fijado mi objetivo y puede que con mis modestos medios y mis
grandes anhelos, esté en el camino correcto. Fijaré una rutina,
otra más que añadir a mi vida, como escribir todos los días
(bueno o día sí, día no, también hay que hacer cosas más
prosaicas) sobre todo lo asombroso o cotidiano que me suceda en la
jornada, no le haré ascos a nada. No dejaré de apuntar todo lo
reseñable que acontezca en mi barrio (puedo ampliar el radio a la
comarca, aunque no lo sé puesto que debería observarlo de primera
mano y no veo cómo voy a coordinar horarios de rutina ineludible con
inspiración literaria) Miraré con verdadera expectación a todo y
todos en el trabajo, a aquel que me tope en la frutería o a la
vecina de butaca en el cine y que pueda llegar a convertirse en
personaje de mis crónicas (para eso deberá expresar algún
pensamiento digno de la filosofía de andar por casa o hacer algo que
permita que yo haga la oportuna reflexión). Pasearé y deambularé
por calles y plazas con los oídos bien abiertos (sin auriculares
que me informen sobre lo sucedido en medio mundo o me inunden con
música aislándome de lo que me rodea). Pondré especial cuidado en
los trayectos de casa al trabajo y viceversa puesto que son los
desplazamientos que más se asemejan al viaje, fundamento
para mis
crónicas posteriores. Y con todas las reflexiones, cavilaciones
y deliberaciones, tanto
propias como
ajenas; con las observaciones
hechas con
nuevos ojos sobre lo ya conocido; con un renovado interés sobre lo
ya trillado, una gran capacidad para sorprenderme sobre lo ya
cansinamente transitado, me lanzaré, lo
prometo, a la escritura. No
puedo errar.
Estoy absolutamente convencida de que habrá mucho público que se
sienta identificado ¿Quién
no va a estar interesado en recrear, durante su tiempo de asueto, lo
que ya vive todos y cada uno de sus días? Pues eso.
A rellenar... |
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