jueves, 14 de julio de 2016

Más que café

Estoy cogiendo una mala costumbre. Veo disyuntivas filosóficas en cualquier nadería cotidiana. El último debate existencial se me planteó hace dos días tomando café. Tardecita de solatera estival. ¿Dónde mejor para asesinar un ratín vespertino que en una aseada cafetería provista de aire acondicionado? No hay nadie. Pido un café y elijo una mesa para ver la vida pasar. Al momento entra un ciudadano que por la proximidad con que se relaciona con la encargada es un asiduo además de conocido. Entre sorbo y sorbo de él y ordenación y limpieza de mostrador de ella se inicia un diálogo. Yo intento abstraerme de lo que ocurre en la barra mirando al asfalto sin conseguirlo.
- Ya me he comprado el vestido, le anuncia ella. Me ha costado, continúa, después de probarme más de diez me decidí por uno de fiesta pero sin pasarme. Tiene un volante que le da gracia y un poco de cola de sirena. No demasiada, no quiero ir exagerada. Además, he cogido un bolso de lentejuelas con zapatos a juego. Tampoco voy a ir disfrazada. No es lo mío.
Él sigue atentamente la descripción del atuendo para a continuación preguntarle por la ropa que llevará él, entiendo que él es el amigo en común y pareja de ella.
Agradecida por el ofrecimiento a seguir, ella le informa.
- Ya he pensado lo que le voy a coger. Un traje, un traje... ¡pero si él no es de traje! Bueno no sé. No quiero el típico traje negro con camisa blanca. Lo quiero elegante pero moderno, que sea muy él. Eso sí con corbata. Él solo quiere ir a Massimo Dutti, pero jolín eso es caro.
- Bueno, ya encontraréis algo, tercia el otro, que con el monólogo de la encargada ha tenido tiempo de sobra para acabar su café.
- Sí, contesta ella agradecida por la atención y comprensión del otro.
Acto seguido, él se levanta y después de despedirse sale reconfortado por la cafeina consumida e informado de la cuitas de su amiga.

Y entonces yo, que no he podido ver la vida desde mi puesto de vigilancia al verme obligada a ser testigo mudo del diálogo, me encuentro inmersa en una deliberación filosófica de altura: ¿se puede vivir en una continua contradicción y no caer en el desaliento? Vestido festivo pero sin pasarse. Con volante y traje de cola de sirena pero sin sentirse disfrazada. Con lentejuelas (pack zapatos y bolso) pero con normalidad. Traje de caballero moderno, barato, elegante, con personalidad que encontrará y elegirá ella.

Me sorprendo al comprobar que una gran parte de la humanidad nos vemos a diario en situaciones tan nimias y contradictorias como ésta. El sí pero..., bien no obstante... , perfecto sin embargo...
!Cuánta energía derrochada en nimias paradojas¡ !Qué cansancio el moverse en el campo de las certezas para hacer inmediatamente lo que las contradice¡

Aunque, sigo divagando, si por otra parte, estas ocupaciones pequeñas, intrascendentes e ineludibles que nos acorralan a diario proporcionan pequeñas satifacciones, chispazos alegres que se reparten por la abrumadora cotidianidad... y aunque estén cosidas de sutiles o aplastantes, según el caso, contradicciones, si les damos acomodo con toda naturalidad como es el caso...


Bien, no sé. No dejo de pensar en vestido cola de sirena.


Las tres hermanas
Sorolla
Una belleza cierta. Si ¿no?

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