Estoy
cogiendo una mala costumbre. Veo disyuntivas filosóficas en
cualquier nadería cotidiana. El último debate existencial se me
planteó hace dos días tomando café. Tardecita de solatera estival.
¿Dónde mejor para asesinar un ratín vespertino que en una aseada
cafetería provista de aire acondicionado? No hay nadie. Pido un
café y elijo una mesa para ver la vida pasar. Al momento entra un
ciudadano que por la proximidad con que se relaciona con la encargada
es un asiduo además de conocido. Entre sorbo y sorbo de él y
ordenación y limpieza de mostrador de ella se inicia un diálogo. Yo
intento abstraerme de lo que ocurre en la barra mirando al
asfalto sin conseguirlo.
- Ya me he
comprado el vestido, le anuncia ella. Me ha costado, continúa, después de probarme más de diez me decidí por uno de fiesta pero
sin pasarme. Tiene un volante que le da gracia y un poco de cola de
sirena. No demasiada, no quiero ir exagerada. Además, he cogido
un bolso de lentejuelas con zapatos a juego. Tampoco voy a ir
disfrazada. No es lo mío.
Él sigue
atentamente la descripción del atuendo para a continuación
preguntarle por la ropa que llevará él, entiendo que él es
el amigo en común y pareja de ella.
Agradecida
por el ofrecimiento a seguir, ella le informa.
- Ya he
pensado lo que le voy a coger. Un traje, un traje... ¡pero si él no es
de traje! Bueno no sé. No quiero el típico traje negro con camisa
blanca. Lo quiero elegante pero moderno, que sea muy él. Eso sí con
corbata. Él solo quiere ir a Massimo Dutti, pero jolín eso es caro.
- Bueno, ya
encontraréis algo, tercia el otro, que con el monólogo de la
encargada ha tenido tiempo de sobra para acabar su café.
- Sí,
contesta ella agradecida por la atención y comprensión del otro.
Acto
seguido, él se levanta y después de despedirse sale reconfortado
por la cafeina consumida e informado de la cuitas de su amiga.
Y entonces
yo, que no he podido ver la vida desde mi puesto de vigilancia al
verme obligada a ser testigo mudo del diálogo, me encuentro inmersa
en una deliberación filosófica de altura: ¿se puede vivir en una
continua contradicción y no caer en el desaliento? Vestido festivo
pero sin pasarse. Con volante y traje de cola de sirena pero sin
sentirse disfrazada. Con lentejuelas (pack zapatos y bolso) pero con
normalidad. Traje de caballero moderno, barato, elegante, con
personalidad que encontrará y elegirá ella.
Me sorprendo
al comprobar que una gran parte de la humanidad nos vemos a diario en
situaciones tan nimias y contradictorias como ésta. El sí pero...,
bien no obstante... , perfecto sin embargo...
!Cuánta
energía derrochada en nimias paradojas¡ !Qué cansancio el moverse
en el campo de las certezas para hacer inmediatamente lo que las
contradice¡
Aunque, sigo
divagando, si por otra parte, estas ocupaciones pequeñas,
intrascendentes e ineludibles que nos acorralan a diario proporcionan
pequeñas satifacciones, chispazos alegres que se reparten por la
abrumadora cotidianidad... y aunque estén cosidas de sutiles o
aplastantes, según el caso, contradicciones, si les damos acomodo con toda naturalidad como es el caso...
Bien, no sé.
No dejo de pensar en vestido cola de sirena.
Las tres hermanas Sorolla |
Una belleza
cierta. Si ¿no?
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