miércoles, 9 de diciembre de 2015

Riesgo de contagio

Privilegio únicamente destinado al homo sapiens. El animal irracional estúpido está muerto.  La estupidez anida en los cuerpos humanos emboscada, oculta en los pliegues de la piel, en un ademán esquivo, en una mirada perdida, en una exclamación incomprensible. Su rostro puede ser engañoso.

No tiene estatus social definido. Es flexible, adaptativa y lacerantemente democrática. Habita y fructifica en todas los ámbitos sociales. Aquí, nuestras expectativas dificultan su identificación. Prejuicios que nos nublan el entendimiento.

Tampoco tiene nacionalidad. El estúpido/a aparece en toda latitud y no hace diferencia entre la playa y la montaña. Poco importa el idioma que hable, el cuerpo en el que habita, su filiación o el color de la piel. No entiende de fronteras.

La edad, al igual que el sexo,  no son  obstáculos.  Hay imbéciles que lo han sido toda la vida. Comenzaron en la tierna infancia y juventud, pasando por la madurez sin remediarlo para llegar a la tercera edad y derramarse. En cuanto al sexo, creo que no merece la pena ni entrar. Puedo asegurar que la estupidez no le hace ascos ni a lo femenino ni a lo masculino. Bisexual. Es de gustos amplios.

La estupidez, una plaga descontrolada, infecciosa, sin vacuna posible. A menudo, el imbécil acaba sus días sin saber que lo ha sido. ¡Qué fatalidad! Sólo cabe padecerla.


Ni en la belleza natural encuentro bálsamo




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