Privilegio
únicamente destinado al homo sapiens. El animal irracional estúpido está muerto.
La estupidez anida en los cuerpos humanos emboscada, oculta en los
pliegues de la piel, en un ademán esquivo, en una mirada perdida, en una
exclamación incomprensible. Su rostro puede ser engañoso.
No tiene estatus
social definido. Es flexible, adaptativa y lacerantemente democrática. Habita y
fructifica en todas los ámbitos sociales. Aquí, nuestras expectativas
dificultan su identificación. Prejuicios que nos nublan el entendimiento.
Tampoco tiene
nacionalidad. El estúpido/a aparece en toda latitud y no hace diferencia entre
la playa y la montaña. Poco importa el idioma que hable, el cuerpo en el que habita,
su filiación o el color de la piel. No entiende de fronteras.
La edad, al
igual que el sexo, no son obstáculos.
Hay imbéciles que lo han sido toda la vida. Comenzaron en la tierna
infancia y juventud, pasando por la madurez sin remediarlo para llegar a la
tercera edad y derramarse. En cuanto al sexo, creo que no merece la pena ni
entrar. Puedo asegurar que la estupidez no le hace ascos ni a lo femenino ni a
lo masculino. Bisexual. Es de gustos amplios.
La estupidez, una plaga
descontrolada, infecciosa, sin vacuna posible. A menudo, el imbécil acaba sus
días sin saber que lo ha sido. ¡Qué fatalidad! Sólo cabe padecerla.
Ni en la belleza
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