jueves, 3 de diciembre de 2015

Desde luego que sí.

Voy a encargar horas y horas de risas y gritos de niños; un montón de mañanas frías y soleadas de invierno; litros y litros de bebidas compartidas que dejen en suspenso a la razón; varios kilos de trufas de chocolate que se derriten en la boca en estallidos dulces sin fin; kilómetros de palabras que encadenadas me llevan por un laberinto del que no quiero salir; minutos interminables de carcajadas adolescentes; toneladas de charletas intrascendentes alternando con  sesudas tertulias; miles de notas musicales que se transforman en latigazos emocionales; jornadas infinitas de cine que me hagan creer que se puede vivir varias vidas a la vez; cientos de kilómetros por  recorrer que demuestren lo iguales que somos en todas partes; litros de aguaceros refrescantes; una tonelada de  blanditas gominolas  dulcemente empalagosas; un quintal de besos calentitos y de abrazos refugio…

...un  montón de cosas que puedo compartir y de las que no pienso prescindir.

Estoy moñas. Llega la Navidad


                             

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