viernes, 13 de noviembre de 2015

La clienta maltratada

Esa soy yo. Teléfono fijo de casa, averiado. Motivo o causa de tal eventualidad, desconocida. Sólo puedo pensar en caprichos achacables a la tecnología que con mi nivel usuario, sufro pero no entiendo.

Localizo el teléfono de averías de la compañía en cuestión, cosa que me cuesta lo suyo pues en las páginas web hay de menos el número telefónico para contactar con ellos y  darles la mañana. Bien, Localizado el número, empieza la aventura. Me entrego a un diálogo de besugos con la máquina.
-          Bienvenido a ONO. Si quiere cable diga …., si es telefonía ….., averías…. otros….
Sumisa y dócil convenzo a la máquina y espero. Ahora se pone el humano/a.
-          Buenos días soy fulano de tal ¿en qué puedo ayudarle?
-          Buenos días. El teléfono ……… no funciona.
Silencio. Comprobaciones. Consultas telemáticas.
-          Lo siento pero ese número  no es nuestro es de Vodafone.
-          Mi relación con la empresa comenzó con mi móvil en ONO, desde el que llamo, y el fijo ahora con Vodafone. Supongo que no hay problema, ahora son una.
-          No, no, lo siento no es lo mismo –me contesta.
-          ¿Me está diciendo que para facturar y cobrar servicios son la misma empresa pero para solucionar problemas de sus queridos clientes no?
-          Lo siento, no puedo ayudarla, tiene que llamar a Vodafone.
-          ¿Me dará por lo menos el teléfono al que dirigirme?
-          Si claro…….. Qué tenga un buen día….
Grssssss¡ 1º error

Tecleo el número facilitado e inicio el diálogo con la máquina, un ratín, hasta llegar al humano/a
-          Lo siento pero el número que consta aquí es  de  un móvil.
-          Si señor, le contesto, le estoy llamando desde mi móvil puesto que el fijo no funciona y es motivo de mi llamada. Además ¿qué tiene que ver desde donde hago la llamada?
-          Es que es el que me figura.
Y entonces, me da otro número de teléfono al que llamar. Este de Valencia y con asterisco.
Grssssss¡ 2º error

Tomo aire y vuelvo a empezar desde el principio. Llego al humano/a y éste me dice que es averías móviles Vodafone y que no puede hacer nada con averías fijos Vodafone. Y cuando yo le digo, pelín molesta, que me pase con Vodafone averías fijos, me dice que él no puede y con un buenos días me cuelga.
Grsssss¡ 3º error.

Para entonces, estoy empezando a sentirme hervir, como una olla que sube de temperatura, pero mantengo mi ira a raya y vuelvo a llamar.  Después del ratito máquina, este humano, como seguramente no he sido la primera incauta perdida en este laberinto empresarial, me dice que vuelva a llamar a Valencia asterisco pero que al interrogatorio de la máquina conteste a todo: Vodafone, Vodafone, Vodafone…
Grssss¡ 4º error.

Por fin. La humana se pone manos a la obra. Desenchufe, enchufe, active, desactive…. Nada, sin resultado. La técnico se ha portado pero no ha dado con el problema ¿qué le vamos a hacer? Toma nota. Después de hora y media y cinco conversaciones bien interesantes, mi teléfono sigue fuera de juego. Exhausta, me voy a desahogar mi ira por  ahí.

Al otro día, y por iniciativa propia, en un momento de desenvoltura impropia de mí, desenchufo y enchufo y se produce el milagro, funciona. Me río.

Veinticuatro horas después, me llama una técnico para poner a mi disposición todo el potencial de la  alta tecnología Vodafone. Educadamente, me cuesta, le ahorro el viaje y el digo que he arreglado la avería. Como vino se fue, como un catarro tontorrón. Ha sido todo muy bonito. Me he sentido mimada y querida por la empresa o empresas.  A la altura del buen trato que prometen en sus campañas a todos los potencias clientes. Rechulo, sí señor.

Un poco de evasión de la sinrazón
              

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