jueves, 1 de octubre de 2015

Canto al operario raso

¿Qué va a ser de ti, pobrecito mío? Base y sostén de toda la industria desde que Watt inventara la máquina de vapor allá por el siglo XVIII. Sufrido peón que ha hecho posible desarrollos industriales inimaginables. Conformista de vocación y levantisco por obligación. El humilde eslabón de la cadena que primero quiebra cuando vienen mal dadas. Tan necesario como prescindible.

Futuro incierto, pronóstico chungo. Y es que no corren buenos tiempos para el currela de a pie. El empresario industrial del siglo XXI es capaz de hacer más con menos. Esto es algo fantástico, pero lo que si es un hecho cierto es que las empresas  cada vez contratan  menos y sus beneficios se incrementan de forma abrumadora.

Y es que la producción se tecnifica y robotiza. La penúltima: una empresa japonesa de componentes para Smartphone, cuyo nombre no recuerdo, fue noticia a principios en el verano por haber pasado de un plumazo de tener 600 trabajadores en nómina a 60, manteniendo la misma producción  claro está. Y esa es la tendencia.

Que no se me trate de moñas, pues sé que desde que la maquinización  tomó posesión de nuestras vidas de mano de la industrialización, no nos ha ido tan mal. No obstante también sé que en este  proceso la plantilla base tiene todas las de perder. Que no me digan que es el signo de los tiempos, porque es la perfecta frase comodín para admitir cosas inadmisibles con la misma resignación que aceptamos el paso del tiempo. Así que siguiendo la “deriva” de los tiempos ¿vamos encargando estudios etnográficos y sociológicos que documenten al “sufrido currela” en vías de extinción?


Mientras, me pongo a mirar la luna. Nada que ver pero reconforta. 
Eclipse Lunar
José Antonio Hervás

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