jueves, 17 de septiembre de 2015

Verano, veranito

Se me han perdido las vacaciones del próximo año. Si alguien las encuentra que no dude en avisarme. ¿Dónde estarán? Sí, esos días que hasta ayer parecían infinitos; valiosos no por cómo se ocupan sino por lograr romper la rutina; plenos de posibilidades aunque no abandonaran el universo de los posibles y no se materializaban; flexibles y adaptables en todas y cada uno de sus horas; teñidos de holganza y reposo; un puñado de jornadas para malgastar de la forma más deliciosa que a una se le ocurra; ratos y ratos de actividad frenética improductiva; minutos cuidadosamente almacenados para ser desperdiciados. Pues bien, acabado, consumido, pura historia.

Y aquí estamos de nuevo. Ya ni el más pintado está de vacaciones. Por delante tengo 89 días de otoño, otros tanto de invierno y por el estilo de jornadas primaverales hasta poder llegar, otra vez, al verano, veranito. ¡Qué vértigo! Me afano en buscarlos, en dar con ellos, en planificarlos o dejarlos que se sucedan uno detrás de otro a su libre albedrío.

Mientras tanto ¿qué? Pues nada, eso, lo demás. La bendita rutina que aplasta y achata la creatividad a la vez que tranquiliza y da confort. Quizás me venga bien una sobredosis de realidad rutinaria para luego poder paladear hasta saciarme, los futuribles días espontáneos. Bien, perfecto, espero. Pero ¿dónde estarán mis días del próximo verano?


Mientras espero, me quedo con algo bueno de la que ya está aquí. 
           
                       

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