jueves, 2 de julio de 2015

Aceitunas arrugadas y uvas pasas.


Aperitivo y/o postre. Si, desde luego.  ¿Por qué no? A un tiempo ambas o bien, diferenciadas. La humilde aceituna, enjuta y escasa, tierna e intensa, salada. La arrugada uva, morena y prieta, madura y concentrada, dulce.  Aceituna y uva están en la base de nuestra sociedad, de nuestra forma de entender la alimentación y la vida.

Perdón porque no sé muy bien  de qué estoy hablando. Acabo de toparme con una pareja de ancianos de caras esculpidas con arrugadas  y me han lleva sin darme cuenta, de la filosofía a la gastronomía en un parpadeo ¿Habrán conseguido esconder en sus pliegues la dulzura y el salero de una vida intensa o por el contrario, serán frutas malogradas que el tiempo ha avinagrado y echado a perder por no haberse curado adecuadamente? El crear arrugas es un proceso que requiere un saber hacer. ¿Estaré confundiendo los síntomas del hambre con la gimnasia involuntaria de la neurona trabajadora que poseo?  ¿Y si filosofía y gastronomía fueran primas hermanas y no me hubiera dado cuenta? Nadie puede filosofar con el estomago vacío y sin filosofía  seríamos meros animales de estómago agradecido.

No obstante, hoy nadie me aleja de un buen aperitivo de aceitunas aliñadas y arrugadas, y prometo, al comerlas, no pensar en el paso del tiempo. Palabra. 


Necesito ayuda.  ¿A que disciplina me debo? ¿Pienso o/y saboreo?
¿Hay alguien ahí?

Mientras llega, miro...
Foto de Sebastiao Salgado

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