Cerré
con inquietud la página de una librería on-line al comprobar que me ofrecía
libros por los que había vagabundeado unas semanas atrás en otros lugares de la
red. Mi desconcierto fue en aumento al
abrir el correo electrónico y recibir un bombardeo sobre conciertos, tiendas de
todo tipo de cacharrería y viajes que no me puedo permitir y que se dirigían a
mí saludándome por mi nombre. Estupor, lo conocen todo de mí, gustos,
preferencias, debilidades, curiosidades… incluso lo que ignoro. ¿Quién está al
otro lado?
Bien
pensado, no debería estar extrañada. Voy dejando un rastro involuntario allí
por donde paso, o ¿acaso desconoce el carnicero de mi barrio que me gustan los
muslos de pollo “amarillo” y el lomo de cerdo cortadito delgado? y ¿ mi frutera no se adelanta a mis
preferencias y me avisa de que hoy tiene unas estupendas lechugas de cogollo o
que están en su punto las naranjas de
mesa?
A
los datos que regalo de forma inconsciente, tengo que sumar este ejercicio de
exhibicionismo voluntario y todavía me
queda por añadir el acto de compartir generosamente mis datos financieros con la Hacienda a la que gustosa tributo.
Todo
esto me convierte en una ciudadana
trasparente, sin ninguna importancia ni valor y sin embargo en la que mucha gente pone su atención. ¿Tengo un gran interés económico y me convertiré
por ello en objeto datable codiciado? A estas alturas ¿debería preocuparme que
a los chinos, saciada su sed de
espionaje informático (hackers chinos podrían haber robado información de 4 millones
de empleados federales en EE.UU, según informaciones de principios de este mes)
corrijan la mira y fijen como objetivo a los habitantes de la península Ibérica entre los cuales me
encuentro? ¿Quieren algo más de mi suelo
patrio que el folklore, la gastronomía y el sol? ¿Me preocupo o lo dejo pasar? Me siento como
un ser económico deseado.
Necesito ayuda. Si alguien se siente igual de observada, estudiada, espiada... quizá tenga un antídoto
Necesito ayuda. Si alguien se siente igual de observada, estudiada, espiada... quizá tenga un antídoto
Mientras llega, escucho una canción que el 14 de junio cumplió 50 años y casi, casi es tan conocida como yo y mis circunstancias.
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