jueves, 18 de junio de 2015

Diseccionada a través de los datos

Cerré con inquietud la página de una librería on-line al comprobar que me ofrecía libros por los que había vagabundeado unas semanas atrás en otros lugares de la red.  Mi desconcierto fue en aumento al abrir el correo electrónico y recibir un bombardeo sobre conciertos, tiendas de todo tipo de cacharrería y viajes que no me puedo permitir y que se dirigían a mí saludándome por mi nombre. Estupor, lo conocen todo de mí, gustos, preferencias, debilidades, curiosidades… incluso lo que ignoro. ¿Quién está al otro lado? 

Bien pensado, no debería estar extrañada. Voy dejando un rastro involuntario allí por donde paso, o ¿acaso desconoce el carnicero de mi barrio que me gustan los muslos de pollo “amarillo” y el lomo de cerdo cortadito delgado?  y ¿ mi frutera no se adelanta a mis preferencias y me avisa de que hoy tiene unas estupendas lechugas de cogollo o que están en su punto  las naranjas de mesa?

A los datos que regalo de forma inconsciente, tengo que sumar este ejercicio de exhibicionismo voluntario y  todavía me queda por añadir el acto de compartir generosamente mis datos financieros  con la Hacienda a la que gustosa tributo.
Todo esto me convierte en  una ciudadana trasparente, sin ninguna importancia ni valor y sin embargo en la que mucha gente pone su atención.  ¿Tengo un gran interés económico y me convertiré por ello en objeto datable codiciado? A estas alturas ¿debería preocuparme que a los chinos, saciada su sed de espionaje informático (hackers chinos podrían haber robado información de 4 millones de empleados federales en EE.UU, según informaciones de principios de este mes) corrijan la mira y fijen como objetivo a los habitantes de la  península Ibérica entre los cuales me encuentro?  ¿Quieren algo más de mi suelo patrio que  el folklore, la gastronomía y el sol?  ¿Me preocupo o lo dejo pasar? Me siento como un ser económico deseado.

Necesito ayuda. Si alguien se siente igual de observada, estudiada, espiada... quizá tenga un antídoto
Mientras llega, escucho una canción que el 14 de junio cumplió 50 años  y casi, casi es tan conocida como yo y mis circunstancias.

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