Me
mantengo en tranquila espera delante de un semáforo. Obedezco al
rojo que me impide avanzar. Movimiento en potencia hasta que los
colores me indiquen que tengo que hacer. Un pestañeo y el verde me
impone ponerme en movimiento. Mientras cruzo la vía, mi vista
distraída se posa en unos coches aparcados en la cera de enfrente,
un poco más arriba de donde me encuentro. Uno es negro y el otro
rosa flor fucsia. Sobre el negro mi atención resbala sin dejar
huella pero ante el rosa me quedo totalmente enganchada. ¿Quién se
pasea por una ciudad de provincias con un vociferante coche rosa
atrayendo miradas e incitando comentarios a su paso? ¿A quién no le
tiembla el pulso al mando de un bólido con ese tono?
Un
coche con ese color es una declaración de intenciones. Es un porque
sí, un qué viva la diversidad, un verso suelto en el plomizo parque
automovilístico en el que abundan los tonos sosainas hasta la
depresión. El color marca estilo y derrama personalidad en la
uniformidad del asfalto urbano.
Ahí está. Una piedra rara, una gema preciosa con ruedas
que invita a lo festivo y habla de su propietario/a. Indudablemente
al jefe/a al volante le importa un bledo el qué dirán o quizá eso
es lo que busca, nunca se sabe, aunque me inclino por el sujeto con
personalidad (al exhibicionista no le doy ni un mes al volante de ese
cartel anunciador algodón de azúcar). Sí, con personalidad y
extrovertido/a, sin miedo a las opiniones ajenas. A buen seguro que
también tiene un toque flower power. Un recalcitrante realista no se
soportaría a sí mismo/a dentro de un habitáculo caramelo de fresa.
No veo al individuo/a que siempre se empeña en ver la botella medio
vacía sosteniendo miradas de curiosidad y devolviendo sonrisas
cómplices mientras callejea al mando del utilitario. Con
personalidad, extrovertido/a pelín idealista y amante de la música.
Eso seguro. Este sujeto/a, mientras derrama tonos perla rosada por la
vía, no escucha la cascada de fatalidades de las noticias diarias
sino que tamborilea su dedo índice sobre el volante al ritmo de la
banda sonora que esparce entre la hostilidad del tráfico diario.
Dispuesto a aceptar otras opciones y flexibilizar posturas, seguro.
Alguien que conduce un “pink panther” ha tenido que aceptar otras
opiniones, adaptarse o directamente minimizar la importancia de la
mayoría. Se apunta a la diversidad y a la diferencia.
Me
alejo pensando que yo siempre tengo coches blancos. Me lo voy a hacer
mirar.
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