domingo, 4 de junio de 2017

Flor fucsia


Me mantengo en tranquila espera delante de un semáforo. Obedezco al rojo que me impide avanzar. Movimiento en potencia hasta que los colores me indiquen que tengo que hacer. Un pestañeo y el verde me impone ponerme en movimiento. Mientras cruzo la vía, mi vista distraída se posa en unos coches aparcados en la cera de enfrente, un poco más arriba de donde me encuentro. Uno es negro y el otro rosa flor fucsia. Sobre el negro mi atención resbala sin dejar huella pero ante el rosa me quedo totalmente enganchada. ¿Quién se pasea por una ciudad de provincias con un vociferante coche rosa atrayendo miradas e incitando comentarios a su paso? ¿A quién no le tiembla el pulso al mando de un bólido con ese tono?

Un coche con ese color es una declaración de intenciones. Es un porque sí, un qué viva la diversidad, un verso suelto en el plomizo parque automovilístico en el que abundan los tonos sosainas hasta la depresión. El color marca estilo y derrama personalidad en la uniformidad del asfalto urbano.

Ahí está. Una piedra rara, una gema preciosa con ruedas que invita a lo festivo y habla de su propietario/a. Indudablemente al jefe/a al volante le importa un bledo el qué dirán o quizá eso es lo que busca, nunca se sabe, aunque me inclino por el sujeto con personalidad (al exhibicionista no le doy ni un mes al volante de ese cartel anunciador algodón de azúcar). Sí, con personalidad y extrovertido/a, sin miedo a las opiniones ajenas. A buen seguro que también tiene un toque flower power. Un recalcitrante realista no se soportaría a sí mismo/a dentro de un habitáculo caramelo de fresa. No veo al individuo/a que siempre se empeña en ver la botella medio vacía sosteniendo miradas de curiosidad y devolviendo sonrisas cómplices mientras callejea al mando del utilitario. Con personalidad, extrovertido/a pelín idealista y amante de la música. Eso seguro. Este sujeto/a, mientras derrama tonos perla rosada por la vía, no escucha la cascada de fatalidades de las noticias diarias sino que tamborilea su dedo índice sobre el volante al ritmo de la banda sonora que esparce entre la hostilidad del tráfico diario. Dispuesto a aceptar otras opciones y flexibilizar posturas, seguro. Alguien que conduce un “pink panther” ha tenido que aceptar otras opiniones, adaptarse o directamente minimizar la importancia de la mayoría. Se apunta a la diversidad y a la diferencia.

Me alejo pensando que yo siempre tengo coches blancos. Me lo voy a hacer mirar.





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