A la manera
del profesor de Princeton que ha hecho público el curriculm vitae de
sus fracasos, Elisenda, lápiz en mano, se dispone a componer la lista
de sus fracasos vitales. Todos los "quiero y no puedo", los
"intento y no sale", aquellos "me lo propongo y no
hay forma". Negro sobre blanco, todos juntos saltando
amenazantes desde el papel a la autoestima.
Elisenda se
reconoce dispersa, incongruente, vagabunda en ellos. Asuntos de gran
calado conviven junto a auténticas memeces. Algunos sólo han
necesitado una oportunidad para ser descartados ante lo improductivo
del intento. Otros, contumaces y repetitivos, aparecen como
obsesiones que no se convencen ante la inutilidad de sus intentos reiterados, episódicos, cíclicos.
Aunque el
resultado ha sido siempre el mismo, fracaso, el proceso le ha dejado
regustos variopintos. Algunos le han llenado de satisfacción hasta
pensar que había que hacerlo, que el resultado no importaba ante el
hecho de ponerse en funcionamiento asumiendo el "que por
intentarlo no sea". Pero otras, le han producido un regusto
amargo, vacío, una sensación de haber iniciado un camino en el que
se ha demostrado una mema integral de primer orden. Fatigas
improductivas, ilusiones desperdiciadas, proyectos fallidos,
aprendizajes de "ensayo y error", esfuerzos derrochados...