Sin aliento, acabo
de ver el último Macbeth de Justin Kurzel. Tanta intensidad me ha dejado
exhausta y dolorida. El problema aparece cuando al bueno Macbeth unas “brujas”
le pronostican que será rey. Tal vaticinio desencadena la acción que acabará en
tragedia puesto que él se va a encargar en hacerlo realidad. ¿Pues no soy yo el
varón más valiente y capaz que pisa tierra por estos lares? se pregunta ¿Lo que
otro hace no lo haré yo y mejor? Con la cantidad de dignidad que tengo yo entre
pecho y espalda… y esa corona no tiene el diámetro adecuado a mi cabeza? Y
enseguida viene la Lady a darle el empujoncito que le falta. Que sí, que el rey
es un buen rey, que le has jurado fidelidad… pero con lo cacho hombre que tú
eres… con lo idóneo que apareces para ese puesto… ¿te va a temblar el pulso por
darle la boleta al actual? (todo esto bien dicho que para eso es un Shakespeare)
Bien, ya está
Macbeth lanzado a su destino. Ambición desmedida, miedo culpable, locura… Con
todas estas pasiones oscuras acaba una fatigadísima. ¿Pero quién le manda a
este buen mozo hacer caso a la bestia que todos llevamos dentro, y a la de la
Lady? Si es que eso de criar malos humores no trae a cuenta.
Así que
aprendiendo en cabeza ajena (para eso sirven los clásicos ¿no?) voy a
promocionar el buen rollo, el buen feeling dando un premio, testimonial pero
muy sincero. Un reconocimiento digital a las tres historias de pocos minutejos que
últimamente han conseguido hacerme sonreír y que me inunde de margaritas.
Sin más pérdida
de tiempo. El tercer premio es para el
señor y la silla. Un representante de la tercera edad se pasea por toda la
ciudad con una silla. Cuando cree que ha encontrado un buen lugar, se para y se
sienta a disfrutar del espectáculo ciudadano que toque. Ha perdido el sentido del ridículo, como el resto de sus contemporáneos, y sigue mirando al futuro como un nueva oportunidad. De la misma manera que
El Principito de Saint Exupery no perdía ni un atardecer-amanecer moviendo su
silla a lo largo de su pequeño planeta, este hombrecillo establece un lugar de
disfrute privilegiado allá donde le place y con la compañía que elige pensando en nuevas posibilidades. (Y me da
igual la marca de muebles que se promocionan)
El segundo
premio es para la niña en la avioneta.
Una niñita, bien pequeña, que montada en un avión se ríe a carcajadas cuando el
piloto inicia una pirueta de profesionales. Lo que a la mayoría de los adultos
nos provocaría pavor, la pequeña lo disfruta de tal forma que es imposible no
reírse con ella. Todo el mundo desaparece, para esta niña lo único que existe
es disfrutar del momento intensamente y dejándose sorprender por todo. Por
favor, un poquitín de esa confianza e inocencia que no sé donde se han perdido.
(Y me da igual que vende el anuncio)
Y el primer
premio es para los anónimos que se apasionan. Asistimos a un puñado de personajes normales y corrientes que se dejan llevar por un momento de sentimiento apasionado. Algo intrascendente pero que procura momentos de felicidad, ratitos maravillosamente corrientes y gratificantes. Dejarse
llevar por la pasión de lo que se hace, por la vehemencia, por el entusiasmo. Me gusta hasta el slogan, algo así como la increíble sensación de venirse
arriba ¡qué bueno! (Y aquí, nuevamente, me da igual el refresco a vender)
Tres momentos de
buen rollo a practicar, porque tanto drama, tanto drama… aunque sea de altura, me deja acogotada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario