Cálida,
musical, dulce, amorosa, así es la Navidad. Buenas intenciones en
época invernal al ritmo de sones suaves acompañados de dulces para
todo tipo de paladar. Sí, pero no. El tiempo navideño es una época
de tensión, la más peligrosa del año. Tensión invisible.
Sensación que lo inunda e impregna todo. No se ve pero está en el
ambiente. No se le hace un hueco pero debes contar con ella,
apartarla cada hora de cada uno de estos días para no acabar
fagotizada por ella. En todo lugar y situación enseñorea su
presencia añadiendo un ingrediente suavemente opresivo, un lazo de
terciopelo, que puede dar al traste con las mejores intenciones si no
meneja adecuadamente. Lo preside todo. Si tienes asumido tu papel de
estar a la altura de lo que socialmente cabría esperar de ti y te
pliegas al calor de la época, la tensión aparecerá en cada
pensamiento y acción. Seguro y cierto
Primer punto
de tensión: el encuentro en la mesa. Eliges con esmero y cuidado el
o los menús navideños que te ha tocado en suerte preparar. En este
apartado tendrás que llegar a un consenso no explicíto entre tus
invitados y tú. Dar el gusto a todos los paladares es el primer
objetivo ( fulano odia los langostino y mengana no entiende una
Navidad sin ellos), no salirse del presupuesto (¿eso es una
sencilla merluza o caviar iraní?) y no emplear todo el
tiempo festivo en un ágape que no contentará a todo el mundo,
seguro (¡vaya elaboración la de la fulana! ¡menuda presentación
la de citano!) El menú genera una tensión
insospechada cuando únicamente se trata de llenar el buche, bueno
hay algo más, seguro.
Segundo
punto que sube la tensión arterial de cualquiera con un mínimo de
espíritu navideño: los regalos. Quién más y quién menos quiere
acertar. Cada cual se rasca el bolsillo, hasta llegar a las costuras,
y pone en funcionamiento la imaginación. A zutano le regalamos el
año pasado libros, este año hay que pensar en otra cosa, pero ¿qué?
¿Qué talla tiene mengana? Puede que ese jersey... Colonia, si qué
buena idea ¡la ciudad huele a botica de perfumista! Devanarse la
sesera, no pensar en ti sino en el otro, difícil, mantener la cabeza
fría ante el avasallamiento comercial, no acabar comprando el regalo
de último recurso... y por encima de todo acertar. Se me acelera el
corazón tan solo de pensarlo.
El tercer
punto, a buen seguro, es aquel que genera situaciones de tensión que
pueden llevarte directamente a la unidad de cuidados intensivos:
conseguir armonía cuando todo el mundo está reunido. Perengano no
traga a menganita y ésta que tiene la sensibilidad de un taco de
madera no puede con fulana. Luego está zutanito que vive engañado
pensando ser el alma mater de todos las fiestas y eventos varios
cuando el personal pone una vela al santo de turno para que haya
cogido una afonía que le dure hasta el diez de enero. Si esto se
puede convertir en un juego de equilibrios dificil de mantener, en
un ejercicio diplomático a la altura de una cumbre de política internacional,
la situación adquiere tintes de drama cuando a la reunión se une un
invitado. Un extraño, un intruso al que hacerle un huequecito en esa
mesa de conversaciones diplomáticas teniendo las referencias que
habitualmente únicamente sirven para meter la pata, eso sí con la
mejor de las intenciones.
Si, tiempo
de tensión, de mucho estrés, de nerviosismo mal disimulado, de
presión auto infligida. El personal espera que todo discurra por el
carril de en medio, a paso lento pero seguro, sin incidencias
señaladas. Y cuando llegamos al final del tiempo más bonito del año
cogemos aire a pleno pulmón, acompasamos ritmo arterial y cadencia
cardiaca seguros de que ya ha pasado el peligro. Misión cumplida.
Los sones suaves que amortiguan