Salgo,
camino, miro. La retina se vuelve verde. Las calles y avenidas se
estrechan. Retrocede el duro asfalto. Avanza el verde móvil de mil
tonalidades. Se esponjan los volúmenes vegetales que limitan y
contornean los paseos. Progresan, intimidan, imponen un roce
pasajero. Amenazan con devorar al gris, marrón, pardo.
Pieles
vegetales nudosas, callosas, dan a luz delicados capullos rosáceos
antes de decidirse por transformarse en viva esmeralda. Doseles de
pétalos malva tiemblan antes caer sobre los bancos de parques y
plazas. Se incendian setos de hoja rojiza. Alineaciones de arbolillos
de hoja infantil conquistan las medianas. Aristocráticos lirios
violeta franquean parterres. Nadie los había visto hasta ahora y
volverán en breve a su mutismo anual. Tulipanes multicolores bailan
junto a pequeños pensamientos ritmos coloridos dentro de jardines de
todos los tamaños. Arbolillos de tupida copa-nido se ofrecen a los
ruidosos gorriones del barrio. Alfombras vivas de margaritas y
amarillas son estrellas fugaces en el césped ciudadano.
Cómo contaminarme de
esta energía.